Jesucristo y el Orgullo Gay

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La Plaza de Cibeles iluminada para el Orgullo Gay 2017.

Jesucristo y el Orgullo Gay “Estuvo y participó en la manifestación”

“Una vez más, la Iglesia ‘oficial’ desaprovechó la ocasión pastoral de pertenecer de verdad al pueblo”

Antonio Aradillas

La Iglesia justifica cómodamente su ausencia con pseudo-argumentos teológicos, canónicos y bíblicos, propios de culturas -inculturas- pretéritas, dudosamente “religiosas”

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Manifestantes del Orgullo Gay en el World Pride de Madrid 2017.

Es posible que las siguientes reflexiones personales contribuyan al mejor, más aproximado y correcto planteamiento de uno de los temas generadores de importantes y frecuentes noticias sociales, políticas y, por demás, religiosas.

Creo rotunda y explícitamente que sí, que la Iglesia, en algunos de sus representantes “oficiales”, debiera haber participado en la referida manifestación. No obstante, no pocos quedaron satisfechos, y hasta les extrañó, que no la hubieran condenado desde los púlpitos y los Boletines Oficiales respectivos, y no intentaran de alguna manera neutralizarla con procesiones “reparadoras” y flageladoras, tal y como aconteciera en tiempos pasados.

¿Quién o quienes hubieran asumido la responsabilidad de representar a la Iglesia “oficial” en tal concentración de personas, organismos e instituciones?
 ¿Cuál hubiera sido la reacción de los asistentes y participantes al comprobar la presencia eclesiástica? ¿Acaso esta se justificaría más o menos, que otras, en acontecimientos políticos, financieros, comerciales, sociales…, en los que los capisayos y signos “sagrados” no faltan, con predilección para ocupar los primeros y más “honrosos” puestos y lugares? ¿Se hubiera sentido cómodo portando tal representación, por ejemplo, el portavoz, y a la vez, secretario, de la Conferencia Episcopal Española?

A estos y otros interrogantes, formulados sin malicia alguna, y con ingenuidad, podrían y deberían añadírseles muchos más. De entre ellos, destaco este: ¿Cómo habrá reaccionado la jerarquía al comprobar que el partido “católico” por excelencia, al que se consagran y orientan la mayoría de los votos de procedencia religiosa, “de orden” y de derechas, tampoco escatimara su asentimiento, uniéndose a las reivindicaciones del resto de los colegas del llamado “arco parlamentario”, sin tener que relacionar lo del “arco”, con los consabidos colores y colorines propios de las circunstancias festivas y festivaleras?


Por supuesto que sobraron gestos, “orgullo y orgullos”, gritos, signos, reivindicaciones, actitudes y tantas otras impensables “aspiraciones”. Pero es obligado reconocer que, en general, y pese a tantos y tan fundados temores, la fiesta y la manifestación, resultaron “ejemplares”, tal y como ocurre con actos similares de cualquier otra condición.

Es así mismo obligado reconocer que la mayoría de reivindicaciones que justificaron, y justificarán esta y otras concentraciones, sobrepasan con creces dramáticas, su organización y entrega de todos a favor de la idea. El respeto al pluralismo de las personas, las leyes todavía vigentes en determinados países, tradiciones y costumbres familiares, sociales, laborales y discriminaciones de todo tipo demandan a voz en grito nuevas formas de comportamientos personal y colectivo para los grupos que configuran el llamado “orgullo”, objeto de esta leve reflexión.

De modo especial y espectacular lo justifica el trato -maltrato- que “en el nombre de Dios” tales grupos han recibido, y reciben de parte de la Iglesia. Su instalación en la idea de “pecado mortal”, con sus sistemáticos y condenatorios anatemas en esta vida y en la otra, es norma de vida “religiosa” católica, además con consciente, inconsciente e hipócrita olvido de tantos casos ocultos como se han registrado, y se contabilizan, revestidos de hábitos talares.

¿Hubiera estado presente Jesús en la fiesta-manifestación referida? Jesús estuvo y participó en la misma. Precisamente por la mayoría y más importantes de sus reivindicaciones, Él dictó y vivió su Evangelio, y entregó generosamente su vida.

¿Qué hubiera hecho el Papa Francisco?. De sus intenciones tenemos clara, misericordiosa y reiterada referencia. Pero, por ahora y todavía, el protocolo es el protocolo, aunque va llegando ya la hora redentora y feliz de que su finalidad no sea otra que su superación, debelación o denuncia.

Una vez más, la Iglesia “oficial” desaprovechó la ocasión pastoral en España de estar, de ser y de pertenecer de verdad al pueblo-pueblo de Dios, justificando cómodamente su ausencia con pseudo-argumentos teológicos, canónicos y bíblicos, propios de culturas -inculturas- pretéritas, dudosamente “religiosas”

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