Cristiano y budista (o viceversa)

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Paul F. Knitter en Fragmenta

“Sin Buda no podría ser cristiano”

Cuanto más las estudiaba, más sentía, casi siempre dolorosamente, que mi comprensión de Jesús, el Salvador, necesitaba renovación y expansión, después de enfrentarse a los postulados del cristianismo y el budismo

“Sin Buda, no podría ser cristiano” (Fragmenta)

(A. Aradillas).- Con autoridad, oportunidad y precisión radicalmente fiables, se ha publicado que “la singularidad del teólogo Paul F. Knitter reside en su capacidad por aunar dos de los movimientos más creativos y significativos de la liberación y la teología de las religiones”.

Tal y como están hoy de revueltos los tiempos “religiosos”, con aseveración tan contundente y luminosa , es obligado dar por supuesto, y considerar como una verdadera gracia de Dios, el descubrimiento de que “el camino del cristiano del siglo XXI pasa por conocer otras religiones, para así volver a la propia, enriqueciéndola con una nueva visión”.

Y este es el propósito, en gran parte logrado, por Paul F. Knitter, con su obra “Sin Buda no podría ser cristiano”, que con sus bien documentadas 410 páginas, acaba de obsequiar a los posibles lectores “franciscanos” y post-conciliares, “Fragmenta Editorial”. En ella defiende el autor “la necesidad de mirar más allá de los límites tradicionales del cristianismo para encontrar algo que es de vital importancia en la tarea de comprender y vivir la fe cristiana: las otras religiones”, al constatar que “cuanto más las estudiaba, más sentía, casi siempre dolorosamente, que mi comprensión de Jesús, el Salvador, necesitaba renovación y expansión, después de enfrentarse a los postulados del cristianismo y el budismo, con auténtica sed de renovación y de mutua “interfecundación”.

En el prefacio del libro, -es posible y explicable que, con sorpresas, provocadoras para muchos-, el teólogo confiesa con religiosidad y honradez científica, que “cuando contemplo mi vida, no puedo imaginarme, siendo cristiano teólogo, sin el compromiso, en este caso, con el budismo”.

En otras páginas reconoce, por ejemplo, que “con lo aprendido del budismo, me ha sido posible recuperar, parte del rico contenido del misticismo cristiano tal y como este se presenta tanto “en los místicos profesionales de la historia de la Iglesia –Teresa de Jesús, Juan de la Cruz y el Maestro Eckhart-, como en los textos del Evangelio de Juan”. “Asustar a los niños, o a cualquiera, con el infierno, enseñándoles que Dios puede hacer cosas que sus padres jamás querrían hacer, ni aún en el punto álgido de un enfado, es decir, castigarlos, o permitir que sean castigados para siempre jamás, tal doctrina no parece promover la salud mental sin que se resientan gravemente las bases de una moral adulta y madura…”

“Si una creencia provoca daño sicológico, probablemente es mala teología. Hay una contradicción obvia entre estas dos creencias: “Dios es Amor”, y “Dios castiga por toda la eternidad”…Si Dios así lo permitiera, me parece muy claro que no pudiéramos llamarle, ni invocarle, ni como Padre ni como Madre…”

Lecciones como estas, tan teológica y sensatamente clarividentes, justifican con acierto y reconfortablemente, la lectura del resto de los capítulos del libro, con referencias a la liturgia, a la demasiada y prolija adoración y palabrerías, a “ser” y a “hacer” la paz, hasta haber llegado el autor a la salvadora conclusión de ser “cristiano budista, pero también budista cristiano“, ofreciéndonos la fórmula ideal en el `pensamiento, la vida y el testimonio del redentor esquema de la verdadera religiosidad para los tiempos actuales…

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